El hombre es definido por la Logoterapia como un ser que busca el sentido.
El Sentido en La Logoterapia
Para la Logoterapia el hombre está siempre orientado y ordenado a algo que no es él mismo; ya sea un sentido que ha de cumplir ya sea otro ser humano con el que se encuentra. Solo el hecho de Ser hombre lo hace que se dirija siempre más allá de uno mismo, y esta trascendencia constituye la esencia de la existencia humana.
El ser humano lo que quiere realmente no es la felicidad en si, sino un fundamento para ser feliz. Una vez sentado este fundamento, la felicidad o el placer surgen espontáneamente.
“La felicidad es la consecuencia del cumplimiento del deber”. E. Kant
“La felicidad se abre hacia fuera y al que intenta «derribarla» se le cierra”. Kierkegaard
Para La Logoterapia, en lo más profundo del hombre no está el deseo de poder ni el deseo de placer, sino el deseo de sentido. En virtud a esto el hombre aspira encontrar y realizar un sentido, pero también manifiesta el deseo de encontrarse con otro ser humano en forma de tú. Por lo tanto el sentido y el encuentro ofrecen al hombre un fundamento para la felicidad y el placer.
En el hombre Neurótico su aspiración primaria se desvía hacia la búsqueda directa de la felicidad, hacia un deseo de placer, sin entender que debe de ser el placer un efecto de un sentido realizado. Cuando la persona neurótica se preocupa por el placer, pierde el fundamento de la misma, por lo cual no puede producirse el efecto deseado. Cuando más busca el placer, más se le aleja. Al igual que el Placer podemos decir del deseo de poder.
Así como el placer es secundario en la realización del sentido, el poder es el medio para alcanzar un fin, no es el fin mismo. El deseo de poder y de placer solo surgen cuando el deseo de sentido se ven frustrados, por lo tanto el deseo de placer es un móvil neurótico, lo mismo que el afán de prestigio.
Para Victor Frankl, hoy ya no es época de la frustración sexual como lo indicaba Freud, sino son los tiempos de la frustración existencial. Frankl afirma que la gente vive en un vacio existencial y que éste se manifiesta sobre todo en el aburrimiento. Y se muestra en personas que se quejan de aburrimiento; a pesar de que sólo tienen que estirar el brazo para poseerlo todo, aburrimiento incluso ante el sexo de Freud y ante el poder de Adler.
La Logoterapia nos nombra las causas principales del vacio existencial: La pérdida del instinto y la pérdida de la tradición. Los instintos no dicen al hombre, contrariamente al animal, lo que debe hacer; las tradiciones tampoco dicen al hombre actual cuáles son sus deberes; y muchas veces éste parece no saber lo que quiere. Entonces se siente tentado a querer lo que los demás hacen o a hacer lo que los demás quieren. En el primer caso topamos con el conformismo y en el segundo con el totalitarismo.
Pero no son únicamente el conformismo y el totalitarismo las secuelas del vacio existencial, sino también el neuroticismo. Además de las neurosis psicógenas o neurosis en sentido estricto, hay también Neurósis Noógena , que, más que una enfermedad psíquica, es una pobreza espiritual y que no pocas veces son consecuencia de un sentimiento radical de falta de sentido. La neurosis Noógena constituye un cuadro patológico nuevo que desborda el marco de la psiquiatría tradicional, no sólo en el aspecto diagnostico, sino también en el terapéutico.
El sentido no se otorga, sino que se encuentra.
La vida no es un test, sino un enigma. El sentido es para encontrarlo y no para crearlo. No sólo es necesario encontrar el sentido, sino que es posible, y la conciencia moral guía al hombre en esa búsqueda. La conciencia moral, en suma, es un órgano de sentido. Se puede definir como la facultad de intuir el sentido único y peculiar que late en cada situación.
Un supuesto tomado es que el vacío existencial implica una pérdida de la tradición; pero hay que aclarar que al perderse las tradiciones, no desaparece el sentido que estas transmitían, por la sencilla razón de que la desaparición de las tradiciones no afecta al sentido, sino a los valores. El sentido permanece intacto en el derrumbe de las tradiciones, ya que es algo único y peculiar, algo que siempre cabe descubrir; los valores en cambio, son ciertas categorías universales sobre el sentido, no inherentes a situaciones únicas y peculiares, sino típicas, recurrentes y que caracterizan la condición humana. La vida conservaría su sentido aunque desaparecieran todas las tradiciones de la humanidad y no subsistiera ningún valor general.
Vivimos en una época en la que predomina la sensación de una falta general de sentido. En nuestra época la educación no debe limitarse a impartir el saber, sino que ha de favorecer la depuración de la conciencia moral, de suerte que el hombre se sensibilice lo suficiente para poder captar el postulado inherente a cada situación. En una época en la que los diez mandamientos han pérdido para muchos su vigencia, el hombre debe capacitarse para percibir los 10 000 mandamientos incluidos en las 10 000 situaciones con las que le confronta su vida. Entonces no sólo recuperará el sentido de esa vida, sino que él mismo se inmunizará contra el conformismo y el totalitarismo, las dos secuelas del vacío existencial; en efecto, sólo una conciencia lúcida le capacitará para la resistencia, para no amoldarse al conformismo ni doblegarse ante el totalitarismo.
En cualquier caso, la educación debe ser hoy más que nunca una educación para la responsabilidad. Y ser responsable significa ser selectivo, ser capaz de elegir. Vivimos en una una nueva sociedad, recibimos avalanchas de estímulos de los medios de comunicación social. Si no queremos ahogarnos en el oleaje de todos estos estímulos, en una promiscuidad total, debemos distinguir lo que es esencial y lo que no lo es, lo que tiene sentido y lo que no tiene, lo que reclama lo que es esencial y lo que no lo es, lo que tiene sentido y lo que no lo tiene, lo que reclama nuestra responsabilidad y lo que no vale la pena.
Ningún Logoterapeuta puede decir a un enfermo lo que es el sentido, pero sí que la vida tiene sentido; y algo más: que conserva este sentido bajo todas las condiciones y circunstancias; y esto, gracias a la posibilidad de encontrar un sentido en el sufrimiento, de transfigurar el sufrimiento humano en una aportación positiva; en suma, puede dar testimonio de algo- «el hombre es capaz de hacer incluso cuando fracasa».
El logoterapeuta no procede por la via moralista sino por la via fenomenológica: no se formula juicios de valor sobre determinados hechos, sino que constata la experiencia axiologica del hombre común; es éste el que Sabe el sentido que tiene la vida, el trabajo, el amor. El sufrimiento soportado con valentía. El hombre común encuentra un sentido en el quehacer o crear humano. También encuentra un sentido en hacer una experiencia, en amar a alguien: incluso ve a veces un sentido en una situación desesperada que le sorprende inerme, Lo que importa es la actitud con que afronta el destino inevitable e inexorable. El hombre de la calle sabe todo esto, aunque sea incapaz de expresarlo.
«La gran enfermedad de nuestro tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta de sentido y de propósito»